Una Tal Alicia II

-Una parte del hongo te hará crecer y la otra te hará pequeñita-

Las palabras de la oruga me resonaban en los oídos. Tenía en mis manos la curiosa seta de colores brillantes. Miré mis cinco centímetros de altura y arranqué ambas partes.

Me senté sobre una piedra grande -o muy chica- y me acomodé el vestido. Mis piernas colgaban en el aire. Contemplé ambas partes del hongo. Olía delicioso y los colores eran tan radiantes que morderlo era una tentación muy difícil de resistir. Sin embargo, sabía que morder el lado incorrecto me iba a traer problemas.

Entonces apareció el gato de Cheshire.

-¿Por qué no lo comés todo?- Me preguntó en voz cantarina, con su sonrisa burlona y desagradable.

-¿Todo? ¿pero eso no podría hacerme daño?- Le pregunté desconfiada.

-Si  una parte te vuelve chiquita y la otra te vuelve grandota, ambas partes te van a volver normal- canturreo mientras se tiraba de panza en el suelo -O podría matarte, ¿Quién sabe?-

Comenzó a desaparecer, comenzando por la punta de la cola. Lo último en borrarse fue su sonrisa, que permaneció como de costumbre, suspendida en el aire segundos después de que el gato se hubiera esfumado.

«A todo o nada» pensé, y cada palabra me revolvía el estomago con un miedo que ya me era demasiado familiar.

Cerré los ojos y comí la primera parte: su sabor era delicioso, dulce y suave. La textura era una caricia al paladar.

Respiré profundo y comí la otra. El sabor era amargo y desagradable. Una violenta arcada sacudió mi estomago, pero me forcé a tragar.

Un hormigueo me recorrió completa. Me sentí mareada, nerviosa y con la respiración entrecortada. Algo estaba comenzando a suceder.

Lo más importante para mi es saber qué te pareció.